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San Martín de Valdeiglesias es más conocido por su cercanía
al pantano de San Juan que por toda la Historia que atesora, que es mucha, y a
la riqueza natural que ofrece en grandes cantidades.
Bien es sabido que esas virtudes son las que nos motivan a
escribir y centrados en el lugar, descubrimos la existencia de un paraje
peculiar, en una zona que en si misma disfruta de grandes cualidades naturales,
como el nacimiento de un arroyo, la presencia de una pequeña cascada y la
situación en una loma que permite disfrutar de unas vistas privilegiadas. En
ella, un personaje de esos que se dan pocos y que a menudo la historia obvia,
ha creado un jardín botánico con la exquisitez que el paisaje obliga, pero con
el enorme acierto de situar en ella más de trescientas figuras de topiaria.
Cuando el arte se funde con la Naturaleza adquiere una dimensión especial, casi mística que transmite con una energía desconocida el
deseo de agradar del artista y de la planta. Como su autor, Juan Antonio define
con enorme acierto, es como si la planta conectara con el deseo del escultor y
tomara conciencia de ser lo que él desea, Blancanieves, un toro, un pianista
con su piano o un cabriolet de caballos.
Cuando el visitante cruza el umbral de este peculiar parque,descubre que el resultado de la complicidad entre el artista y las fuerzas de
la naturaleza es la esencia del lugar, me recuerda a la música de Dan Gibson
que construía una fusión del sonido artificial de los instrumentos humanos con
la belleza de la naturaleza primigenia del bosque o del mar. Tras sorprender
con Don Quijote y Sancho a lomos de su borriquillo y mostrar de forma
espectacular una pincelada de la fiesta taurina, el espectador camina hacia
parajes insospechados no sin antes rendir homenaje a la figura que dulcemente
representa a la madre del autor, portando un delicado cesto de flores.
Si en los lugares en los que la Naturaleza se modela para
transmutarse en arte al gusto humano, las sensaciones son especiales, en otros,
en los que la Naturaleza se expresa tal cual es, con una mínima intervención
humana, la magia es exuberante. Me han emocionado unos rincones con la figura
de Buda que invitan a la meditación, a saborear la paz y a compartir las
energías telúricas que se hacen presentes. El nacimiento del arroyo, la pequeña
cascada, el mirador desde el que se divisa la panorámica del valle de las
iglesias que sirve de denominación al viejo San Martín, con el castillo y,
aunque no se divisan, se presiente la cercanía de los toros de Guisando, de
probable origen betón y que fueron mudos testigos de la concordia entre Enrique
IV Rey de Castilla y su hermanastra Isabel, que despues fuera la Reina
católica, para nombrarla Princesa de Asturias
y sucesora al trono en septiembre de 1468. Cabe destacar la montaña de
los bonsais, deliciosa, poblada de hermosos árboles en miniatura de distintas
especies y un lugar dedicado a los cactus, hermosamente diseñada.
Dispone de lugares en los que reposar, comer o simplemente sentir las energías
que emanan de todos los seres vivos verdes que rodean al caminante para
ofrecerle su sombra y su frescor.
Fuimos a conocer un auténtico museo de topiaria, que lo es,
pero sinceramente y ademas del valor enorme de esta faceta del Bosque
encantado, los rincones de Naturaleza que atesora adornados con especial
sensibilidad y cuya presencia no conocíamos, han llenado nuestros sentidos
tanto como las esculturas.
Un viaje a este lugar y combinarlo con la visita a la faceta
histórica del valle, me parece la mejor de las maneras de disfrutar de un día
lleno de magia. "planes con niños en Madrid"