Sumi-e (Sumi= tinta china y e= pintura), también conocido como Suiboku es una técnica de dibujo monocromático, en la que se utiliza un pincel con tinta negra sobre papel de arroz. Se desarrolló en China durante la dinastía Tang (618 - 907) y se implantó como estilo durante la dinastía Song (960
- 1279). Fue introducida en Japón durante el siglo XIV por monjes budistas zen y fue aumentando su popularidad hasta su apogeo en el Período Muromachi (1338 - 1573). Su maestro más talentoso fue un monje budista zen Sesshu Toyo (1420 - 1506), quien en 1476, fundó un estudio cerca de la prefectura de Oita llamado Unkoku-an, en donde enseño pintura. Su técnica fue continuada por otros como Tensho Shubun (1414 - 1463), otro monje zen japonés y pintor del Periodo Muromachi.
Nació a finales del siglo XIV en la Provincia de Omi y se convirtió en un pintor profesional alrededor de 1403, cuando viajó a Corea. Otros pintores famosos fueron Kano Eitoku (1543 - 1590) y Hasegawa Tohaku (1539 - 1610) que intentaban expresar la vida espontánea, de acuerdo a principios zen.

El sumi-e se basa en la aplicación de ciertos principios estéticos, derivados de la influencia espiritual ejercidas por el budismo zen y el taoísmo, en donde la noción de vacío, o energía vital, como origen y generador de la forma, es una de las características centrales en su sistema de interpretación de la naturaleza.
Para seguir un aprendizaje completo del sumi-e, se establecían cuatro elementos naturales, que representan todas las formas del universo y se les llamó Los Cuatro Honorables Caballeros (Shikunshi)
y se debían aprender por este orden:
. Ran, la orquídea silvestre. Está compuesta de trazos espontáneos y sueltos. Hojas delgadas y flores de diminutos pétalos. Representa la humildad, la serenidad y la modestia. Simboliza la primavera.

. Také, el bambú. Para dibujarlo son necesarios movimientos enérgicos. Cañas gruesas con secciones muy marcadas, hojas que se abren como abanicos. Lo consideran como virtuoso y humilde y también consistente ya que retiene su follaje todo el año. Representa la fuerza interior, consistente y humilde. Simboliza el verano.

. Ume, el ciruelo florido. Es un tronco nudoso en que se utilizan técnicas de aguada para darle textura. De él brotan flores delicadas hechas con pinceladas muy suaves. Representa la renovación y renacer constante de la vida. Simboliza el otoño.

. Kiku, el crisantemo. Es la flor japonesa por excelencia y para pintarla se requiere conocer todas las técnicas anteriores. Representa la longevidad, la virtud que crece de las inclemencias,
el desafío. Simboliza el invierno.
Los materiales utlizados en Sumi-e, reciben el nombre de Los Cuatro Tesoros del Erudito (Bunbou Shishou):
. Sumi / la tinta: en forma de barrita, la tinta negra se deshace en agua para formar una gama infinita de grises, que sustituyen los colores.
Se frotan sobre una piedra plana, mientras se va mezclando agua, hasta obtener la intensidad deseada. Estas barritas son un compuesto de carbón de leña -de pino o bambú- mezclado con alcanfor y cola si se añeja por tiempo prolongado la tinta adquiere un tono imposible de imitar. A la tinta se le agrega agua y se mezcla pacientemente durante unos 25 minutos en sentido circular, hasta formar una tinta cremosa, que luego se ha de utilizar
más o menos aguada y permitirá lograr infinidad de grises o negro puro. El tiempo prolongado que demanda la preparación de la tinta, es también el tiempo de la meditación, en que el artista aquieta su mente, se concentra, y se prepara mentalmente para realizar su obra, integrando su cuerpo a la armonía, mediante la postura correcta. La tinta tiene una cualidad acuática, fluye por el papel y deja un rastro como una corriente.
. Suzuri / el tintero: tiene una parte elevada, oka (colina), donde se frota la barra de tinta, y otra profunda, umi (océano), donde se recoge. Los mejores son de piedra y su superficie
es ligeramente rugosa para moler las partículas de tinta de forma adecuada. Su tacto y el sonido que produce son sus mejores cualidades. Como el lecho del río, tiene la cualidad de la piedra.
. Fude / el pincel: con mango de caña de bambú, hay diferentes modelos, pero con uno basta, tanto para las líneas gruesas como para las finas,
si se sabe manejar la presión, la velocidad y el grado de humedad. Sujetándolo verticalmente al papel o con una inclinación de 45º, no se han de mover los dedos ni la muñeca: todo el movimiento debe venir del hombro y del codo. Suele ser grande y estar fabricados con pelos de animales. A veces se sustituye por una pluma de pájaro. La suavidad con la que acaricia el papel le hace parecer un ser vivo. El trazo debe ser muy seguro, pues en la espontaneidad
y la agilidad del ademán reside la belleza de la línea, que no acusa la menor vacilación. La esencia el tema debe ser lograda con la máxima economía de movimiento, esto es fundamental para generar espacios vacíos, tan importantes en la cultura oriental.

. Kami / el papel: suele ser el papel artesanal japonés, el washi (wagami), es un tipo de papel finísimo fabricado en Japón,
empleándose como materia prima plantas de la flora local, tales como Broussonetia papyrifera, Edgeworthia papyrifera, Diplomorpha sikokiana, Euonymus sieboldianus, también bambú, cáñamo, arroz y trigo. Son esenciales su absorbencia, su textura, la forma en que reacciona al recibir la tinta. Las fibras del arroz o de las plantas que se dejan entrever en él recuerdan su origen vegetal.
En el sumi-e no se trata de ir a copiar los paisajes o las plantas. Se ha de interiorizar el espíritu de aquello que se pinta, para que salga por sí mismo en el momento de coger el pincel. Para mantener el espíritu de Sumi-e es importante no hacer esbozos, debe mantener la imagen en su mente, disfrutar su belleza y pintar la memoria de ella en el lenguaje
Sumi-e. El propósito del sumi-e es el control de las molestas distracciones, el dominio de sí mismo y finalmente la liberación del talento interior, más auténtico, más perfecto y más feliz que cualquier cosa que se pueda conseguir con el intelecto. El arte de la pintura sumi-e apunta a captar la esencia del objeto, más que su apariencia, para pintar con el lenguaje del espíritu. No hay arte sumi-e sin paciencia, porque únicamente con autodisciplina y concentración se podrá lograr
equilibrio, ritmo y armonía de la composición.



Aunque tradicional solo se usa tinta negra que va desde el blanco, a tonos grisis, puede usarse también pigmentos de color, por lo general en tonos pasteles o suaves. En Sumi-e, no se pintan ni la luz, ni las sombras ni los fondos. Una vez acabada la composición, hay quien pinta un sello rojo en la composición de tal manera que contribuye al equilibrio
de la imagen.
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